La convergencia Ciencia/Humanidades y la aceptación política de los resultados de la Neurociencia encontrarán dificultades, pero llegarán.
La Tercera Cultura puede en principio aparecerse como una manera totalmente nueva de plantear las complicadas y a menudo distantes relaciones entre la Ciencia (Ciencias exactas y de la Naturaleza) y las materias humanísticas, en las que incluiríamos a las Ciencias Sociales, el Arte, la Historia o en general aquello que suele conocerse popularmente como “Cultura”.
La Tercera Cultura no es algo nuevo
Pero es solo la etiqueta Tercera Cultura la que puede ser reciente, no la filosofía que la fundamenta. Intenta tender puentes comunicativos entre las dos culturas (ciencia y humanidades), integrándolas, y ello desde hace tiempo. Es un proyecto muy ambicioso, ya que su horizonte vendría dado ni más ni menos que por el regreso a una unidad del conocimiento y la cultura humanas como no se conocía desde hace siglos. Desde aquellas épocas en que la llamada Filosofía (del griego “amor por el saber”) enmarcaba a la totalidad de ese saber humano. Con el correr del tiempo, la “filosofía” iría ramificándose o incluso desintegrándose en disciplinas especializadas. Una de ellas iba a ser la «Filosofía Natural», área filosófica centrada en el conocimiento del mundo físico. A lo largo del XIX, esta Filosofía Natural pasaría a ser conocida universalmente como” Ciencia” (Física, Química, Biología). Isaac Newton en el XVII-XVIII se veía a sí mismo como un Filósofo Natural. Hoy dia lo consideramos un Físico, de hecho el padre fundador de la Física, junto con Galileo.
Integración de las dos esferas
La Tercera Cultura busca por lo tanto la creación (la recuperación) de un marco integrador en el que vuelvan a quedar incorporadas disciplinas en apariencia distantes (científicas y humanísticas), pero es el método de las ciencias experimentales el que ha de marcar la pauta, el cimiento del nuevo edificio. No tanto en los países anglófonos como en los del dominio hispánico (España incluida), la Política, la Antropología y la Sociología se basan en gran medida en ideologías (a menudo puro wishful thinking) que pugnan entre sí midiendo su fuerza histórica, académica o mediática. Mientras no pocas veces ignoran voluntariamente lo que la Ciencia conoce de manera positiva acerca del comportamiento humano (desde la Biología o las Neurociencias).
Contra el «wishful thinking» y el sectarismo ideológico
Es más, a menudo en aquellas ocasiones en que la Ciencia sale a escena con algún resultado experimental que choca frontalmente con la ideología imperante es a menudo silenciada o incluso atacada. Existen unos cuantos elementos que no ayudan precisamente al muy necesario desarrollo de la Tercera Cultura: el paradigma cultural postmoderno, la desgraciada idea de que la Cultura (Ciencia Experimental incluida) es tan sólo un entramado de textos o de “discursos”. O el rechazo a cualquier noción de «jerarquía» dentro de ese «entramado» y del marco de la Cultura (¿por considerarse acaso «antidemocrático»?). La obsesión por «nivelar». El «Imperio del Mito». El constructivismo en Pedagogía y Educación. O el derivarlo todo hacia la pugna ideológica, ignorando o despreciando la base experimental del conocimiento de lo natural.
El término Tercera Cultura fue puesto en circulación por el editor John Brockman a mediados de los noventa, con la publicación de The Third Culture: Beyond the Scientific Revolution. El libro pretende proyectar las ideas de las personalidades más importantes de la Ciencia contemporánea (gentes como Richard Dawkins, Paul Davies, Steven Pinker o Stephen Jay Gould) haciéndolas llegar al gran público y tendiendo asi puentes entre Ciencia y Sociedad.
Orígenes: las «dos culturas» de Snow
Los orígenes de la Tercera Cultura podríamos rastrearlos en 1959 con la célebre conferencia dada por CP Snow, que era físico y se dedicaba además a la Literatura. En esa conferencia fue diagnosticado con bastante solvencia el problema de la separación intelectual y académica entre Ciencia y Humanidades. En aquella época ya se percibía la gran distancia entre una y otra. El diagnóstico de Snow distó mucho de ser universalmente aceptado y fue vapuleado entre otros por el prestigioso (y malhumorado) crítico literario FR Leavis, dando lugar a la famosa controversia Snow-Leavis.
Avance lento pero constante
Desde 1959 algo se ha avanzado en esta imprescindible convergencia intercultural. Esta llegará tal vez más como un hecho consumado: a medida que las neurociencias y el conocimiento científico del cerebro humano y su funcionamiento (base de la conciencia y de la Mente, y por tanto de la Cultura y todas sus formas) vayan dando lugar a disciplinas (hoy) futuristas como la neuroeconomía o la neurosociología. Vamos en esa dirección y por muchos «palos en las ruedas» que se pongan (y se pondrán, lo estamos viendo) el proceso es seguramente imparable. Fenómenos como el postmodernismo, o el sectarismo de las ideologías intentarán pues frenar la convergencia y quizá lo logren, pero la Ciencia y su método (con sus resultados, algunos impactantes) han llegado demasiado lejos en su demostración de que la Realidad existe fuera de nuestra mente y sus mapas. El futuro parece claro. Y el futuro es justamente eso: la convergencia, la Tercera Cultura.